sábado, 12 de marzo de 2011

Historia inédita

LOS EMILIOZZI ANTES DEL TC
Walter Minor

Esta vez vamos a cambiar un poco el ámbito de nuestras reseñas históricas para volcarnos hacia la faz deportiva local. Y en este rubro, será inevitable que se  nos venga a la mente el apellido Emiliozzi y asociado a él, ese auto legendario conocido como  La Galera”.

Pero eso fue TC y no todo fue TC en la vida de los gringos. Antes de ser ídolos indiscutidos de la categoría más popular debieron pasar por una etapa experimental, que también fue exitosa y que paradójicamente nunca fue registrada.
Así que hoy, continuando con los temas inéditos, vamos a repasar la trayectoria de los hermanos Emiliozzi  piloteando coches  de Fuerza Libre, Fuerza Limitada y Ford T Standard, ensamblándolos con una pequeña introducción sobre los comienzos del automovilismo en la ciudad y un recuerdo merecido para “El Abuelo” Valerga.

En los albores del 1900, ni remotamente se conocía otra rueda que transitara por las calles de Olavarría, mas que la de los carros y bicicletas. No me olvido las del tren, pero esas iban sobre carriles de hierro y siempre por el mismo lugar.
De autos, ni se hablaba. Recién en los primeros años de la segunda década (cercano a 1914), asomaron los primeros, que a pesar de su poca velocidad, eran considerados “bólidos infernales”.
Pausanias Michelini y el ingeniero Hiese formaron el dúo pionero en este rubro de vender “fierros”, pero los dos comercializaban distintas marcas. Fue así que, colocados los respectivos talleres de reparación, los muchachos que allí trabajaban empezaron a desafiarse y a preparar los vehículos para imprimirle mayor velocidad.

En este contexto aparece la primera noticia de “record” en abril de 1917, cuando Raúl Gauthier anuncia que cubrió el trayecto comprendido entre Azul y Olavarría (de plaza a plaza), en 48 segundos. Según su cálculo, la distancia que cubrió en la ocasión alcanzaba los 55 kilómetros.

Sin sentarse a pensar, desde el bando de Hiese contestaron que habían cubierto el trayecto Olavarría – Laprida en una hora cinco (cosa imposible)y todo terminó en un desafío público que consistía en correr un mano a mano, con apuestas incluidas.

Estos fueron esos primeros años de “picadas” sin control, desafíos, apuestas y uno que otro revolcón en las desparejas calles de tierra de aquella Olavarría que vivía con curiosidad aquellos espectáculos.

Un puñado de apariciones de Antonio Donadío secundaron aquellos intentos, aunque estos un poco mejor organizados y en carreras que no superaban los cuatro o cinco autos en la grilla de largada. Para principios del 1930 aparece quién sería el padre del automovilismo Olavarriense: José Laureano Valerga.

“Diplomado” en audacia y de grandes cualidades humanas “el abuelo” Valerga entró a trabajar en el taller de don Torcuato Emiliozzi, padre, en 1931. Enseguida nomás comenzó a preparar un coche en la agencia Ford en sus ratos libres, ayudado por el mismo Torcuato  y  en abril de 1932 hace el debut en los 400 kilómetros de Azul, por la Copa Saint Jean.
El trayecto de la competencia abarcaba Azul, Olavarría, Crotto y de vuelta hacia Azul.
Se hizo presente lo mejor del automovilismo nacional, pero el que dio cátedra de manejo fue “el abuelo” Valerga.
Largando con el número 15, el piloto olavarriense llegó primero en el camino, luego de superar en el sprint final de 400 metros al popular piloto de Urdampilleta,  Roberto Lozano, obteniendo en ese giro, el record de vuelta. Pero esta arremetida no le alcanzó en la general y debió conformarse con la segunda ubicación  por tiempo, detrás del consagrado Eleuterio Donzino.

El entusiasmo generado en la afición local fue indescriptible. La gente esperaba ansiosa la próxima actuación del gran volante y “El abuelo” pasó de ser el ídolo indiscutido de todo un pueblo.

Entusiasmado por aquella actuación, Don Torcuato Emiliozzi compra una camioneta Ford A al municipio y la transforma en cupé de carrera con la ayuda de sus hijos y del propio Valerga.
En aquel entonces (1932), Dante tenía 16 años y Torcuato 20, pero ya poseían grandes conocimientos de mecánica y  habían preparado un viejo Overlan para darse el gusto de correr por los caminos de tierra poco transitados.

1936: Torcuato a punto de debutar como piloto, con el  ForA
en el que acompañó a José Laureano Valerga en Lincoln
Siguiendo con el Ford A, este fue puesto en pista en Lincoln el 12 de octubre de 1932, con el hecho puntual de que ese día, su copiloto fue un muchachito menor de edad que hacía su bautismo en las pistas. Se trataba de Torcuato Enrique Pascual Emiliozzi, popularmente conocido como “Tito”, quién debió contar con la autorización de su padre para sentarse en la butaca del coche número cinco.
La carrera tuvo dos series en las que corrían los mismos pilotos y al cabo de las mismas se sumaban los tiempos que dejaban definidas las posiciones.
En otra actuación para el recuerdo, la dupla Valerga – Emiliozzi se clasificó tercera, pero, además, obteniendo nuevamente el record de vuelta y para el mayor de “los gringos”, los primeros trofeos.

Aunque el artículo se nos fue un poco de sus protagonistas principales, vale la pena. No es posible hablar de los Emiliozzi sin mencionar a José Laureano Valerga. Este formidable conductor fue el verdadero gestor de que tanto Torcuato, como luego Dante, incursionaran en el automovilismo deportivo. Además tuvo el orgullo de ser el primer ídolo “tuerca” que tuvieron los aficionados locales, que para demostrarle toda su admiración, le compraron un auto de carreras mediante suscripción, al que el volante local bautizó con el nombre de “Ciudad de Olavarría”.
Valerga debió retirarse en 1937, cuando tras un vuelco se lesionó severamente, situación que lo salvó de la luctuosa carrera de Tres Arroyos en que murieron varias personas.
Hace pocos días le pregunté a un amigo que ejerce su profesión de periodista en este deporte, si el autódromo local tenía alguna tribuna, una recta, una curva o al menos una calle de entrada que llevara el nombre de este genuino propulsor del automovilismo local. Me contestó que no.

Continuando con nuestros personajes, digamos que luego de la carrera de Lincoln, Torcuato debió viajar a Buenos Aires para cumplir con el servicio militar, motivo por el cual su continuidad sobre los coches de competición debió posponerse por un tiempo.

Terminada la etapa militar, “Tito” regresa al taller de su padre, donde trabaja con Dante, Valerga y otros mecánicos de la primera hora. En un lugar apartado se conservaba el Ford A modelo 29 que corriera junto a “el Abuelo” y de tanto verlo, no pudo resistirse a la tentación de recuperarlo.

Se puso manos a la obra y la primera acción que ejecutó fue el cambio de la pesada carrocería de chapa por una de aluminio elaborada por él mismo. Un trabajo prolijo en todos los detalles, que como era su costumbre, quedó sin imperfecciones.

Cuando concluyó, buscó un lugar dónde hacerlo actuar y encontró, como fecha más cercana para dar el puntapié inicial una carrera de Fuerza Limitada a desarrollarse el 24 de mayo de 1936 en el campo de aviación de Las Flores.
El circuito funcionaba alrededor de una laguna y variaba su distancia según el llenado de la misma. En esa oportunidad la extensión fue de 1.800 metros, los cuales al cabo de 50 vueltas totalizarían 90 kilómetros.

Los corredores eran ocho y la pista no se encontraba en muy buen estado, ya que primeramente habían corrido los Ford T y quedaron muchos pozos.
A Torcuato, por sorteo, le tocó el número 1 y en esa posición se ubicó en la grilla junto al acompañante Luis Alvarez. Cuando dieron la orden de partir, el único auto de Olavarría salió en punta y de allí en más todo fue un paseo. Al cumplirse 1 hora, 08 minutos y 30 segundos, el banderazo final decretó el primer triunfo de “Tito”, precisamente en el debut como conductor.
Con una vuelta menos llegó el segundo, José Cordonier, quien corría con su esposa de acompañante

Nada alentó más que la circunstancia de debutar ganando. Así que tras una fallida descalificación antes de correr en 16 de Julio, Torcuato vuelve al circuito de Las Flores y repite el triunfo, pero esta vez con casi tres vueltas de ventaja sobre el segundo.
1937: Torcuato y el Fiat 519 con carrocería de aluminio

Y como la categoría de Fuerza Libre “le quedaba chica”, Torcuato decidió actuar en Fuerza Limitada y concederle una excepción a la historia en lo que a marcas respecta.

El automovilismo deportivo había sufrido un crecimiento muy grande y las autoridades del Club Estudiantes decidieron acompañar la circunstancia adquiriendo tierras para construir una pista.

La inversión fue grande, pero la evolución mecánica merecía el esfuerzo, que también fue acompañado por quien sería el único piloto local en aquella inauguración durante1937.
Torcuato adquirió un Fiat 519 a la familia Occhi de Sierra Chica para desmantelarlo y colocarle un lujoso carrozado de aluminio que sus amigos lustraron en base a Pull-Oil y trapos. En lo que hace a la  parte de amortiguadores y motor se le hicieron muchos adelantos. Este gran movimiento generóuna desmedida confianza entre los aficionados, que ya lo veían ganador. Lamentablemente, el Fiat no llegó a correr por una rotura en las pruebas y hubo que recurrir al Ford A como único medio para participar del evento.

El Fordcito no tenía posibilidades y el Fiat no tenía suerte, puesto que al largar en Tres Arroyos, un múltiple choque lo obligó al abandono, sin haber cumplido siquiera media vuelta.
Después de este percance, Torcuato regresó a Las Flores con su Ford A y abandonó cuando punteaba. Una manguera de nafta se soltó provocandole un principio de incendio.

Durante 1938 se realizan los segundos 500 kilómetros de Olavarría y el tan mentado Fiat llega por primera vez a la meta y se despide para siempre con un honroso séptimo lugar, aunque estuvo muy lejos de lo que se esperaba en cuanto a rendimiento. Este auto tuvo como único mérito, el de haber sido la única marca que desplazó (por un rato) a la tradicional Ford que acompaño toda la campaña de los Hermanos Emiliozzi.

Descartado el Fiat, Torcuato contrae matrimonio y abandona temporalmente los circuitos en 1939 para dedicarse a su hogar. Un año después, Dante, que ya tenía  24 años, debuta con un Ford T en Urdampilleta y gana de punta a punta, demostrando que los Emiliozzi eran mecánicos de excepción. Lamentablemente, en la revisación encontraron que en la cabeza de los pistones no estaba estampada la marca de Ford y Dante fue descalificado. Una tontería que no quitaba ni agregaba nada, pero que estaba prohibido por el reglamento.

A Dante no le importaba demasiado la estética de su auto. El Ford T consistía en un chasis acortado, sin más vestimenta que una sola butaca y la chapa que hacía las veces de capot , tapando lo alto del motor. Esta estaba atada con un cinto de cuero para el viento no la desplazara .
Detrás del asiento, forrado en cuerina atada con sogas, estaba el tanquecito de nafta a la altura de los riñones. Eso era el coche de Dante, que como cosmética usaba una pintura casi rosa (color ladrillo a decir de sus contemporáneos) y un escudo de Ferro Carril Sud sobre su lado izquierdo.La dedicación estaba centrada solamente en el motor, que si no sufría averías, era inalcanzable.
1940: Inicios de Dante y su equipo con el Ford T color ladrillo

Aquel desafortunado debut no lo amilanó al menor de los Emiliozzi, quién sobre el final de 1940 hace su segunda presentación y consigue la primera victoria, precisamente en Olavarría. El escenario fue la pista del viejo matadero municipal, que (para orientar) se encontraba entre la avenida Pellegrini, avenida Del Valle, avenida La Rioja y el Tiro Federal.

Aquella carrera la organizo Ferro Carril Sud y miembro de esa comisión era Torcuato, que para ese entonces se desempeñaba como socio y dirigente de la institución. El número de inscriptos fue elevado, posesionándose en la partida 20 autos para las dos series, repechaje y final.
Dante ganó la serie y parecía que saldría segundo en la final, pero al puntero, “Vituco” González, se le salió una rueda en la última vuelta y el representante del club organizador se quedó con la victoria.

Así empezaba Dante el trayecto exitoso en los Ford T standard que lo llevaría a obtener nueve victorias en trece carreras de una primera etapa que abarcó desde 1940 hasta 1942, cuando la segunda guerra mundial obligó a la suspensión de las carreras automovilísticas en todo el país.

Pero dentro de todos estos acontecimientos, Torcuato había retornado a las pistas durante 1941 e una carrera disputada en Olavarría. Esta vez su auto era un Ford T armado con prolijidad extrema que era motivo de admiración. En las consultas que realicé a compañeros que corrieron con ellos, todos coincidieron que fue el auto más estético de la categoría. Estaba pintado de color azul oscuro, con llantas blancas. La carrocería se embutia dentro del chasis mientras que el caño de escape acompañaba el largo los laterales para terminar sujeto sobre una cola rematada en forma de torpedo. Era más parecido al coche fórmula uno de Fangio que a un Ford T

Antes de la guerra hizo cuatro carreras y llegó en tres, con una victoria y dos segundos puestos. Llevaba como dato saliente, un escudo del club Calera Avellaneda en el costado izquierdo.

A mediados de 1942 los motores se apagaron y aquellas “katangas”  durmieron  durante cinco años en el taller de los Emiliozzi. Ese período de tiempo sin actividad elevó la ansiedad de los fanáticos, quienes no veían la hora de que las máquinas volvieran a rugir.
1941 - Torcuato en persecusión del puntero

Era el tiempo del automovilismo rural (para definirlo de alguna manera), debido a que las pistas se improvisaban en campos o chacras acondicionadas para la ocasión.

Una Champion tirada por caballos, varios colaboradores con palas, picos y rastrillos y a correr en una pista que, de seguridad no tenía nada. Pero eran otros tiempos y en aquel entonces todo se resolvía de forma más práctica y sin tanto protocolo. Por otra parte, los pilotos no ponían ningún reparo a las falencias y el público disfrutaba de un buen espectáculo.

Y “los gringos” regresaron en Henderson, en un campo de las afueras de la ciudad y con una cantidad enorme de pilotos y público que garantizó el éxito de la misma.
Nada cambió. La mecánica de los Emiliozzi estaba intacta y los hermanos metieron el uno- dos, con Dante primero y Torcuato pisándole los talones.
 Todo era festejo, pero había indicios de que las cosas ya no serían tan fáciles como antes, porque dentro de la nueva camada de corredores aparecieron los hermanos Vezzosi, Antolín Antoniano y por sobre todos ellos, Ovidio Ferreiro, quien a bordo de su “blanquita” se haría leyenda en los años venideros.

La segunda del regreso se escenificó en Bolívar durante 1948 y allí fue notorio que el pelotón de punta era más voluminoso que antes y ya no se resumía todo a los dos volantes olavarrienses.
Dante ganó su serie y Torcuato el repechaje, pero en la final, quién tomó la punta fue el debutante de Daireaux Ovidio Ferreiro, más conocido en su ciudad adoptiva como “Cacho” Moreno. Los Emiliozzi lo seguían de cerca, aunque la presunción era de que no podrían darle alcance a “la blanquita”. Pero, de repente ocurrió lo inesperado. Al puntero se le rompe un tensor, el coche se cae de costado y Dante que pasa a la vanguardia y no la suelta hasta el final.

Sería la última victoria del menor de los Emiliozzi en su tránsito por los Ford T standard.
Después de esta llegarían las últimas tres actuaciones, para luego pasar a la brillante etapa del Turismo de Carretera. En dos de ellas son derrotados por la blanquita, la última de forma concluyente, sacándoles una vuelta de ventaja. Y aunque Dante consiguió dos segundos puestos, la situación se empezaba a complicar porque el costo de traslado y de preparación de los vehículos se había equiparado con los premios y al ser esquiva la punta, correr ya no redituaba tanto como antes.

Así que los gringos hicieron su última escena en Espigas, donde a falta de Ovidio Ferreiro, volvieron a lograr el uno - dos, con Torcuato ganador y Dante segundo.

Los Autos tenían un valor bien ganado y de inmediato fueron vendieron a dos representantes de Casbas, quienes no pudieron hacerlos rendir nunca como sus antiguos dueños.

Esta fue la trayectoria (resumida) de los Emiliozzi en categorías menores.
En el libro “Sin Galera”, que aparecerá la semana próxima se podrá encontrar una reseña más amplia de cada una de las carreras, con fechas, entrevistas a pilotos que corrieron con ellos, los comienzos del automovilismo en Olavarría y el resumen final (record) de cada carrera disputada con fecha, número, posición y auto.

Tapa del libro Sin Galera
También una extensa nota con Ovidio Ferreiro, el dueño de “La Blanquita”, el Ford T más veloz que transitó por una pista. Con don Ovidio me quedó una deuda pendiente. Le recopilé toda su campaña para obsequiársela, pero lamentablemente, en el 2010 falleció de forma repentina y la sorpresa quedó trunca.

Pero estas son cosas que ocurren y por más que duela, hubo que seguir trabajando sobre el libro. Esta compilación llevó ocho años de consultas en hemerotecas provinciales y largas horas de grabación, escrituras y rastreo de fotos, pero finalmente, queda la satisfacción de haber podido recuperar esos datos dispersos y prácticamente perdidos que permitieron hacer un trabajo inédito a nivel mundial, con la trayectoria (documentada) de nuestros mayores ídolos en categorías menores.

Aquel estilo rural de competencias, fue sin dudas el cimiento para transformarlos en los formidables “magos de Olavarría” dentro del Turismo de Carretera.