sábado, 7 de agosto de 2010

CUANDO LOS EMILIOZZI NO CORRIERON CON FORD

El recuerdo imborrable de “la Galera?, el Baufer, el “Halcón?, los Ford T y el Ford A, dan por asentada la fidelidad de “los gringos? de Olavarría con la marca de Henry Ford, aunque varios años hacia atrás nos podamos encontrar con una excepción a esta regla, cuando del taller de la calle Necochea salió un producto “infiel? a esta tradición.



Hacia 1936, el automovilismo se había desarrollado de forma sorprendente en Olavarría, ayudado por los buenos resultados que sus pilotos conseguían con cada actuación.

Del legendario taller de don Torcuato Emiliozzi padre salieron los primeros éxitos a través de “El abuelo? Valerga y de su hijo “Tito?. Luego aparecieron Juan Massolo, Alfredo Baltz y Juan Cowan. Una demostración de que el automovilismo deportivo era cada vez más convocante, aunque necesitaba de un evento de dimensiones para afirmarse definitivamente en las preferencias masivas.
La realidad fue captada de inmediato por los dirigentes del club Estudiantes, quienes comenzaron organizando una subcomisión de automovilismo que llevara adelante el proyecto de ofrecerle a Olavarría el acontecimiento mecánico más importante que se hubiese visto hasta allí y desafiar a los pilotos a que mostraran su real nivel.
inmediatamente se pusieron manos a la obra y como primer objetivo se dedicaron a buscar un sitio para construir el circuito. Después de algunos trámites, fueron arrendadas por el club Estudiantes las chacras pertenecientes a la sucesión de Narciso Laclau, ubicadas a 6.600 metros de la plaza Coronel Olavarría, y allí se construyó el ansiado circuito, que de acuerdo a los planos confeccionados por el ingeniero Juan Marelli, tendría un total de 5.574 metros con 58 centímetros, el cual estaba formado por dos rectas largas y dos cortas con curvas en ángulo de 150 grados. Las vías que van a San Jacinto se hallaban al costado de la pista, circunstancia que aprovecharon los dirigentes estudiantiles para fletar trenes especiales el día de la carrera, estacionando los vagones sobre las vías en forma de gradas, para que se pudiera de ese modo presenciar el espectáculo de forma cómoda.




Para entonces, el único Emiliozzi que corría era Torcuato quien de cara al enfrentamiento más importante de su corta carrera deportiva, renovó absolutamente todo en lo referente a mecánica y consumó un hecho curioso dentro de su rica trayectoria, al preparar para la ocasión un coche que no pertenecía a la marca Ford. Se trataba de un Fiat 519 modelo 36?, metalizado, comprado a la familia Occhi de Sierra Chica, al que ellos mismos le fabricaron artesanalmente la carrocería. Su hermana Victoria lo recuerda diciendo:

“Hicieron un auto de carreras a golpes de martillo, era todo de aluminio, después lo lustraron con Pull-Oil hasta que quedó liso. Liso y brillante.?

Adolfo Cazabet, colaborador desde siempre de los Emiliozzi acotaba: En el viejo taller de la calle Necochea, Tito se sentó en el corredor, tomó una chapa de aluminio, le hizo cuatro cortes y empezó a hacer el casco, después continuó con el torpedo y el resto. Recuerdo que el organizador de “los 500 kmts. del club Estudiantes?, un señor que se llamaba Domingo Perla resolvió bautizar el nuevo vehículo y con mucho público -champagne por medio-, el nombre de “Ventarrón?, fue pintado con muy buena letra por el Dr. Michelini.

Tenía seis cilindros y 4.700 c.c. de cilindrada que alcanzaba las 3.300 revoluciones por minuto, provisto de una caja de velocidades de cuatro marchas hacia el frente y una hacia atrás, con la segunda y tercera multiplicada, es decir, modificados los engranajes, con el fin de obtener un mejor pique.
Arrastraba además una multiplicación de 3 a 1 y el motor estaba provisto de un compresor Graham, modificado por Torcuato para aplicarlo a sus autos. Según él, con el uso del compresor, el coche adquiría un poco más de velocidad, aunque no en la proporción del pique.
De lo máximo que podía dar el auto de Tito Emiliozzi se hablaba mucho, haciéndole variar el promedio horario, según la fantasía de tantos improvisados técnicos, llegándose a afirmar que podía llegar hasta los 190 o 200 kilómetros.
Fermín Blanco, el notable corredor de aquellos tiempos, conductor del R.E.O , examinó las características del auto en cuestión y aseguró: “Emiliozzi pasa los 175 kilómetros?.
Lamentablemente el vehículo rompió un pistón en las pruebas de clasificación del día viernes y no habiendo tiempo para desarmar el motor, echó mano al hasta entonces imbatido Ford “A? para que Olavarría tuviera su representante, aunque se supo de antemano que no tenía chance alguna de andar entre los punteros.
Este Fiat, tuvo una corta vida y no llegó nunca a cubrir las expectativas que había despertado entre la afición “tuerca? olavarriense y sólo pudo disputar dos carreras, abandonando en una y llegando séptimo en los segundos “500 Km. de Olavarría? en 1938, competencia que marcó el final de “Ventarrón?, que luego de este paso sin gloria, fue vendido al popular piloto de Pirovano Marcelo Vezzosi, que luego de modificarlo, lo utilizó como coche de pruebas.


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