domingo, 4 de septiembre de 2011

Tercera Vuelta de La Pampa

 LA  CARRERA QUE DEFINIO AL CONDUCTOR DE LA GALERA
 Walter Minor
walterhistorias@gmail.com

Los hermanos Emiliozzi habían estado inactivos durante más de un año, en lo que a pilotear autos de carrera se refiere. En ese trayecto que fue desde junio de 1948 a marzo del 1950, se dedicaron a preparar mecánicamente el auto de T.C de Jacobo “Muñele” Falik. Luego de alguna presentación exitosa, se puso en evidencia que el carácter de “el ruso” no congeniaba con el de “los gringos” y ahí surgieron los “chispazos” que culminaron con la célebre frase que impulsó a los Emiliozzi a competir en la categoría mas popular del automovilismo: “Estos tipos solo saben preparar Ford T”.

Para demostrar que sí podían armar otros motores, consiguieron el auto que pertenecía a Lettoile, en Tandil y con muy pocas modificaciones externas se decidieron a correrlo en la vuelta de Olavarría. El debut fracasó porque “la galera” (que todavía no era conocida con ese apodo), tuvo desperfectos insalvables.
La inalterable carcaza pintada en combinación de celeste y azul metalizado, guadaba en su interior la obra de arte realizada por Torcuato Emiliozzi (antes que la empresa Ford): El válvulas a la cabeza.

A ambos les gustaba estar al mando del bólido. El problema radicaba en que los autos tienen un solo volante, así que estuvieron de acuerdo en que manejarían una vez cada uno y el primero que consiguiera puntos para el ranking  quedaría definitivamente en la conducción. El otro, sería acompañante.

La carrera que definió los roles fue la tercera vuelta de La Pampa, disputada entre los días 5 y seis de junio. Era la quinta vez que hacían acto de presencia, y Dante, como piloto, obtiene el tercer puesto, llevando el número 35 en las puertas. Torcuato, desde ahí en más, sería el copiloto, un personaje generalmente olvidado, pero que en este caso tendría la dimensión del propio conductor, transformándose en el acompañante más famoso de  la historia del TC.

Yo podría contarles como fue la carrera de La Pampa, pero me faltaría el valor testimonial de haberla vivido paso a paso. Por este motivo, vamos a dejar que el propio Torcuato, a través de un diario de la época, nos narre los obstáculos que se debieron sortear en aquellos caminos imprevisibles, cargados de polvo y..... ¡con ceniza volcánica!!!...

LA CARRERA DE LA PAMPA

Por Tito Emiliozzi

El número 35 en el baúl para el 3º puesto en La Pampa
 “ Los caminos de La Pampa se presentaron a mis ojos como algo que no esperaba. Nunca llegué a imaginar que un colchón de tierra, arena y cenizas volcánicas podrían cubrir una ruta. Las carreteras ofrecían características que difícilmente se puedan comparar con otras dentro de la república. Carentes de agua desde hace largo tiempo, nos vimos obligados a “caminar” sobre un terreno desconocido: el camino en si era duro y áspero, y todo eso a su vez cubierto por una capa de polvo muy fino que disimulaba e impedía ver sus accidentes. El tránsito se ve favorecido en La Pampa por la excelente marcación. En cada tramo se encuentran carteles avisadores de curvas, alcantarillas, "Lomos de burro”, pasos a nivel y todo lo inesperado que se pueda presentar para el desconocedor. El esmero puesto por los organizadores de la competencia para marcar el camino, favoreció en gran parte la atuación de los corredores que en su gran mayoría eran ajenos al medio.

 “Durante la primera etapa el mayor inconveniente que tuvimos fue un desperfecto en la amortiguación, todo debido a la característica de los caminos pampeanos. Desde el comienzo el coche nos respondió magníficamente, sin tener en ningún momento que imprimir la velocidad que, en mejores terrenos, hubiéramos podido conseguir. Como le sucedió al resto de los participantes, tuvimos varias pinchaduras, que a pesar de no ser un inconveniente serio, nos hizo perder minutos preciosos.

En la segunda etapa, a pesar de haber reparado, con los medios con que contábamos, el defecto de la amortiguación, se desprendió un brazo del “chasis”, reventó la cubierta y como quedara calzado, perdimos entre 10 y 15 minutos para arreglarlo. Por tratarse de un camino encajonado y con viento de cola, la tierra seguía al coche, dificultando la visibilidad. El coche que iba adelante levantaba tanto polvo que en muchas oportunidades todos debíamos frenar para evitar accidentes, siendo imposible, a veces ir a más de 30 kilómetros. Este fue un mal para todos los corredores”.

 “Al llegar a Santa Rosa, el público nos enteró de que íbamos punteando la etapa por medio de señales y carteles, lo que nos dio más ánimo para seguir adelante y defender los colores olavarrienses”.
La galera tras el agua y el barro. Una postal de aquel TC
 “El  retraso  en  Abramó   se  debió  nuevamente  a  una  deficiencia  en   la  • amortiguación, ya explicada anteriormente y en una distancia de 105 kilómetros, mediante    entre Uriburu y General Pico, pinchamos dos gomas, perdiendo para cambiarlas 8 minutos, oportunidad en que nos pasó Gruet. Por ese motivo se retrasó nuestra llegada a la meta cuando podíamos haberlo hecho con una diferencia muy escasa con respecto a Juan Marchini; pero las carreras son carreras...”.

 “Como ya hemos dicho, la máquina anduvo admirablemente. Respondió en todo a nuestras esperanzas y en realidad, no tuvimos oportunidad de exigirla. Dado el estado en que actualmente se encuentra el coche, solo será necesario un reajuste y revisación general, pues no habrá necesidad de hacer ninguna reparación dentro del funcionamiento del motor en sí”.
 “En esta carrera obtuvimos premios por el valor de $ 7.500, una copa y un par de medallas que nos fueron otorgadas por nuestra actuación”.

 “El desgaste de gomas ha sido extraordinario en todos los volantes. Las características de los caminos, y quiero hacer la salvedad de que no son malos, sino que gran parte de su estado se debió a la sequía, influyó para que la arenisca acumulada desgastara las cubiertas. Unos 20 milímetros de lluvia unos días antes hubiera sido la gran solución a este problema y a muchos otros”:

 “Hemos tenido muchos buenos colaboradores a quienes agradecer. En la ruta teníamos distribuidas 17 personas con los medios para los auxilios. Durante la primera etapa nos servimos de cuatro abastecimientos y en la segunda de siete, todos bajo la dirección de Alfredo Armendano. Quiero hacer constar, por otra parte, que los auxilios de José Francia nos ofrecieron ayuda en todo momento y muy especialmente dejo mi reconocimiento hacia el señor Lardapide”.

El motor de nuestro coche es el único equipo de fabricación netamente nacional. La diferencia principal que pueda tenerse en cuenta reside en las válvulas a la cabeza en un motor Ford y en el árbol de leva, además de otras modificaciones de carácter técnico que hemos introducido”.
 “El triunfo de Juan Marchini es muy justo. Posee una máquina veloz, es muy conocedor de esos caminos y tuvo destacada actuación”.

 “En General Hacha considerábamos la posibilidad de ganar la segunda etapa, y como en esos momentos habíamos logrado descontar seis minutos sobre el puntero, reducíamos a su vez la diferencia que mediaba con respecto a la clasificación general. Precisamente allí debió detenerse Marchini para abastecerse. Nosotros veíamos quedesde ese punto comenzaba el terreno polvoriento y como creíamos que íbamos primeros en el camino, nos sorprendimos al ver otro coche delante del nuestro, detenido. Cuando estábamos sobre sí, ese coche, que resultó ser Marchini, arrancó y en 100 metros tomó la delantera entre la tierra. Si nosotros lo hubiéramos pasado, siendo punteros en el camino, los de atrás hubieran tenido el inconveniente que tuvimos nosotros, es decir el de la visibilidad, lo que nos habría colocado en condiciones de asegurarnos el triunfo”.

"Los Gringos" posan luego del primer triunfo en Chacabuco
¡A 175 kilómetros!

“Quiero narrar un momento emotivo de la carrera, y que según referencias no se ha dado en otros casos: Nos hallábamos a 30 kilómetros de General Acha, sobre la ruta asfaltada. Suponíamos ir corriendo sin perseguidores inmediatos, cuando de pronto, mirando instintivamente hacia atrás, a unos 20 metros, vimos perfilarse el coche de Pablo Gulle, que venía embalado. Nuestra reacción fue tardía. El mendocino logró pasarnos. Movidos por el amor propio nos propusimos darle alcance. Corrimos un tramo hasta que logramos ponernos a la par.
Desde allí las dos máquinas siguieron a la par unos 25 kilómetros. Miré hacia el coche de Gulle y noté que su acompañante me hacía señas referentes a la velocidad: calculo que sería aproximadamente de 175 kilómetros. Posteriormente Gulle nos manifestó su asombro por haber hallado una máquina que pudiera aguantar el tren de la que se considera la más veloz”.

 “Quiero agradecer en mi nombre y en el de Dante, la colaboración prestada por todos nuestros colaboradores, muy especialmente a la Agencia Ford de Trenque Lauquen, que puso sus talleres a nuestra disposición para reparar un inconveniente en el regreso. A todo el público de Olavarría por el afectuoso recibimiento que se nos tributó y en general a todos los que contribuyeron a esta satisfacción, que también es de todos”.

La galera a punto de sufrir uno de los tantos abandonos
 ¿Increíble, no?....más allá de los de los percances de carrera, cuanta solidaridad entre los auxilios de distintos equipos y cuanto respeto entre los rivales, que  comprendían que para llegar primero no había que golpear a nadie y por ello reconocían en plena carrera las virtudes del contrario. Una cosa impensada para los tiempos que corren.

Por último. Cada vez que hablo con alguien de otra ciudad me preguntan: ¿que pasa con el museo de los Emiliozzi?.... ¿Se va a hacer?...
Siempre respondo lo mismo. No sé.

Hay dos páginas de redes sociales que reclaman por su concreción. Según las hijas de Torcuato, el material se lo dieron al municipio, el taller está comprado....No sé. Aunque me de verguenza decírselos.
Olavarría, la ciudad de los 7 museos (hinojo, colonia, San Miguel, Sierra Chica, Sierras Bayas, Espigas; MAPDA), demora el de los hermanos Emiliozzi.
Recordemos que se trata de los mayores embajadores que tuvimos. Por ellos fue conocida Olavarría, porque fueron quienes mas la hicieron mencionar.

¿No me cree?.... escuche este audio de 44 segundos y cuente cuantas veces nombran a nuestra ciudad.




lunes, 18 de abril de 2011

FOTOS NOTAS DE LA PRESENTACION DEL LIBRO SIN GALERA

17 de abril de 2011 en librería FIDIAS
Fotos: Mauricio D'Amico


El domingo 17 de abril de 2011, en el local de librería FIDIAS,se llevó a cabo la presentación del libro SIN GALERA.
Las fotos tomadas por el amigo Mauricio D'Amico, registran  distintos pasajes de una distendida charla entre los ex corredores de Ford T, Julio Norberto Vezzosi (Daireaux) y Juan Benito Martín (Henderson), con el público y el autor de esta edición.

¡Muchas gracias Mauricio por compartir estos momentos!!!...





ASI LO VIERON LOS MEDIOS DE COMUNICACION 

Diario digital  INFOEME


Exitosa presentación de “Sin galera”, de Walter Minor


Con importante asistencia de público se presentó el libro que relata la historia deportiva de los hermanos Emiliozzi entre 1932 y 1948. Estuvieron Vezzosi, Martín y mecánicos que trabajaron con los legendarios corredores. >>



------------------

En la librería de Vicente López entre San Martín y Belgrano se presentó la obra literaria “Sin galera” en la que el investigador e historiador local Walter Minor narra la trayectoria de los hermanos Dante y Torcuato Emiliozzi entre 1932 y 1948. La obra está a la venta en el local o puede contactarse al autor a través del blog emiliozzilahistoria.blogspot.com.


Para la presentación asistieron los ex pilotos Julio Norberto “Bebe” Vezzosi de la ciudad de Daireaux y Juan Benito Martín de la localidad de Henderson, además de mecánicos que pertenecieron a la Escudería Emiliozzi.


Vezzosi, Minor y Martín

Además, se expusieron en el veredón una réplica del Ford 1938 que utilizara Jacobo Falik, una réplica del Chevrolet 1938 con el que corrió Carlos Tártara y un Ford T en restauración que pertenece actualmente a Horacio y Carlos Clavero y que habría sido utilizado por Dante o Torcuato Emiliozzi antes de tener la cupé.

Con relatos sobre los inicios del automovilismo local, que el libro cita por 1917, estadísticas e imágenes de carreras de los legendarios corredores olavarrienses, se desarrolló la charla que contó con importante asistencia.



Walter Minor adelantó que el segundo libro recorre la etapa entre 1949, cuando los Emiliozzi arrancan con un motor de diseño propio, hasta 1962, cuando se perfilan como ganadores del campenato argentino. Esa obra está a mitad de elaboración y el autor consideró que podría llegar al público antes de fin de año.
Tras agradecer a quienes apoyaron la edición de la obra y a quienes colaboraron con la presentación, Minor destacó que el libro busca llevar con un “relato ameno” la historia de dos de los más grandes deportistas olavarrienses al público que no necesariamente es fanático del automovilismo.





Nota y fotos: Josefina Bargas



DIARIO  EL POPULAR (Edicion digital)

SE PRESENTO "SIN GALERA"



Vezzosi, Minor y Martín en librería Fidias (foto Lucas Pagano)
El libro "Sin Galera", escrito por el olavarriense Walter Minor, fue presentado recientemente en Librería Fidias (Vicente López entre San Martín y Belgrano). Se trata de recopilaciones de carreras y anécdotas, más importantes datos de la trayectoria automovilística de Dante y Torcuato Emiliozzi, con excelentes fotografías de la primera época en la que compitieron los "Gringos", entre 1932 y 1948, que incluye las carreras con Ford T Standard, Fórmula Limitada y Fuerza Libre.

Poco más de cincuenta personas estuvieron presentes en esta presentación en la que hubo presencias destacadas, sentadas junto a Minor, como Julio Norberto "Bebe" Vezzosi y Juan Benito "Nito" Martín, quienes llegaron desde Daireaux y Henderson, respectivamente, para recordar aquellas viejas épocas del Turismo Carretera.

Los invitados especiales contaron algunas anécdotas cuando corrían con los "Gringos", mientras que en una pantalla gigante se veían carreras que tenían como protagonistas a la "Galera" y a aquellos autos que hicieron historia en el TC, e inclusive tres de ellos estuvieron en exhibición el domingo pasado en el veredón de la calle Vicente López: eran los de Jacobo "Muñele" Falik (Ford 1938), el del azuleño Carlos José Tártara (Chevrolet 1938) y el Ford T que corrieron los Emiliozzi que actualmente pertenece a los hermanos Horacio y Carlos Clavero.

Para Minor fue una enorme satisfacción, además de haber recibido invitaciones para exponer en otras ciudades como Bolívar, Azul y Pehuajó, mientras que en Urdampilleta será el encargado de la apertura de la tradicional "Maratón de Lectura", que se realizará el próximo mes.

Nota: Darío Fariña
Foto: de Lucas Pagano





jueves, 14 de abril de 2011

PRESENTACION DEL LIBRO SIN GALERA

DOMINGO 17 DE ABRIL DE 2011



PRESENTACION DEL LIBRO


SIN GALERA

A partir de las 18 horas en librería FIDIAS, Vicente López entre San Martín y Belgrano.

Parte del evento es organizado por FIDIAS en su librería.





Lo complementario corresponde a una atención de la gente que fui conociendo a medida que confeccionaba el libro y estarán presentes con su aporte de la siguiente manera:


Autos de la época de oro del automovilismo y la presencia de dos pilotos que corrieron con los Emiliozzi en la categoría Ford T durante la década del 40':

CUPECITAS PRESENTES:
Cupecita que perteneció a Remo Gamalero y que será traida
desde Urdampilleta por su actual dueño, Jorge Quercetti

REMO GAMALERO (Ford 1938)

Nació en Génova, Italia el 22 de noviembre de 1918.

Falleció el día 23 de enero de 2007 en Terraza (España) cuando contaba con ochenta y ocho años de edad.

Representante de Pergamino.

Debutó en el año 1939, abandonando en las Mil Millas Argentinas

Incursionó en el TC con una cupé Ford 38 y más tarde con un Torino hasta su retiro en el año 1968.

Corrió más de ciento cincuenta competencias, entre ellas, la legendaria Caracas - Buenos Aires

Mejor actuación: 500 millas del año 1958 donde logró el segundo puesto.

Se retiró en 1968

(El auto pertenece a Jorge Quercetti de Urdampilleta)



JACOBO “MUÑELE” FALIK (Ford 1938)
José Falik y la réplica del auto que corriera su hermano Jacobo.

Nació el 14 de junio de 1920 en Coronel Suárez.

Representante de Olavarria

Debutó en las Mil Millas de Argentinas el 11 de noviembre de 1947 con el numero 97 en sus puertas.

Fue el segundo olavarriense en participar en una carrera de TC y el primero que tuvo continuidad en esta categoría.

Los Emiliozzi fueron sus mecánicos durante cuatro competencias en 1949

Su mejor actuación la cumplió en la carrera denominada “Circuito de Turismo” de 1.043 kilómetros, el 17 de abril de 1949, conquistando el 7º puesto

Realizó cerca de una veinte carreras.

La última: La Panamericana de México en 1953

(Replica realizada por su hermano José Falik de Olavarria)



CARLOS JOSE TARTARA (Chevrolet 1938)
Nació en Azul el 10 de enero de 1921

Representante de Azul

Chevrolet que corriera el azuleño Carlos Tártara en los 50'
Debutó en el TC en la “1º Vuelta de Olavarría” el 6 de abril de 1950, con el número 38.

Con este auto corrió en 1951 y 1952.

Incursionó en el Turismo de Carretera desde 1950 a 1953 y desde 1967 a 1973

La mejor colocación la obtuvo durante 1950 en Mar del Plata, cuando en una prueba

para no ganadores, se quedó con el tercer puesto

La última carrera la efectuó el 1º de julo de 1973 en Chivilcoy, a los 55 años.


(El auto es una réplica realizada por el propio Carlos Tártara y pertenece a la familia Tártara)





FORD T QUE PERTENECIO A LOS HERMANOS EMILIOZZI

Propiedad de los hermanos Horacio y Carlos Clavero



PILOTOS QUE CORRIERON EN FORD T CON LOS EMILIOZZI Y ESTARAN EN EL PANEL


JULIO NORBERTO VEZZOSI “Bebe” (Daireaux)

Nació el 8 de julio de 1925 en Daireaux. Hijo de los italianos Silvio Vezzosi (de Campobasso) e Isidra Higinia Magdalena Reale (de Calabria), es el cuarto de cinco hermanos.

Cuando tenía 22 años cumplidos, decidió comenzar su carrera deportiva y el 23 de noviembre de 1947 adquirió en Henderson, como hierro viejo, un Ford T modelo 14, al valor 15 pesos. Cuando cerraron el trato, la esposa de Cruz le dice a su marido “¡viejito, esa matraquita no anda !!!... y a partir de ese momento, el Ford T que oficiaba de gallinero, paso a conocerse popularmente en las pistas como “La Matraca”

Puesto en condiciones, y pintado de color celeste, realizó la primera carrera en el aeródromo del Club de Planeadores de Bolívar en 1948. Ganó Dante Emiliozzi y Julio debió abandonar por problemas mecánicos, cosa que le sucedería seguido a través de toda una campaña que duró hasta 1952, cuando en Bell Ville, Córdoba corrió por última vez .

“Nosotros éramos medio abandonados, desprolijos, por eso siempre los problemas eran por la falta de un tornillo, alguna cosa que nos olvidábamos hacer, o algo flojo”.

Julio corrió en la etapa post-guerra con Los Emiliozzi, realizando aproximadamente 33 carreras, la última en 1952 en Bell Ville, Córdoba. Cuenta además entre sus victorias una obtenida en el circuito del Hípico de Olavarría durante 1949.



JUAN BENITO MARTIN “Nito” (Henderson)

Nació el 21 de marzo de 1917 en Bolívar, pero desde muy temprana edad se radicó en Henderson.

Debutó como piloto de un Ford T amarillo modelo 27 en Carlos Casares y luego realizó pocas carreras, pero durante esa corta trayectoria, compartió junto a los Emiliozzi una carrera en Henderson.

“En esa carrera, que organizó la Sociedad Italiana, me tocó el número 7 y Los Emiliozzi ganaron de punta a punta, entonces les llevaron los coches al parque cerrado y se los desmantelaron para ver si estaban en regla, pero lo hicieron de tal manera que tuvieron que llevarse los motores en cajones, de tanto que los habían desarmado.”

“Corríamos sin frenos. Al freno se lo abría del todo, para que no rozara y le sacara velocidad, entonces frenaba con la primera”

“Al Ford T no lo vendí. En el campo necesitábamos llevar tambores de nafta, entonces fabriqué una “chatita” para engancharla atrás, pero mi viejo casi me mata, porque tiraba la “chata” con el auto de carreras, así que lo tuve que convertir. Le armé una caja y lo hice camioneta.

“Era una trampa de mi viejo para que dejara las carreras, a él no le gustaba y así “me cortó los víveres”.



Agradezco a todas las personas mencionadas anteriormente, que viene, en su mayoría desde otras localidades, DESINTERESADAMENTE
También al padre Carlos Garciarena que me cedió gentilmente el espacio para que la gente disfrute del TC nostálgico y para el amigo Martín Ferrari que aceptó  conducir el evento.



WALTER MINOR

sábado, 12 de marzo de 2011

Historia inédita

LOS EMILIOZZI ANTES DEL TC
Walter Minor

Esta vez vamos a cambiar un poco el ámbito de nuestras reseñas históricas para volcarnos hacia la faz deportiva local. Y en este rubro, será inevitable que se  nos venga a la mente el apellido Emiliozzi y asociado a él, ese auto legendario conocido como  La Galera”.

Pero eso fue TC y no todo fue TC en la vida de los gringos. Antes de ser ídolos indiscutidos de la categoría más popular debieron pasar por una etapa experimental, que también fue exitosa y que paradójicamente nunca fue registrada.
Así que hoy, continuando con los temas inéditos, vamos a repasar la trayectoria de los hermanos Emiliozzi  piloteando coches  de Fuerza Libre, Fuerza Limitada y Ford T Standard, ensamblándolos con una pequeña introducción sobre los comienzos del automovilismo en la ciudad y un recuerdo merecido para “El Abuelo” Valerga.

En los albores del 1900, ni remotamente se conocía otra rueda que transitara por las calles de Olavarría, mas que la de los carros y bicicletas. No me olvido las del tren, pero esas iban sobre carriles de hierro y siempre por el mismo lugar.
De autos, ni se hablaba. Recién en los primeros años de la segunda década (cercano a 1914), asomaron los primeros, que a pesar de su poca velocidad, eran considerados “bólidos infernales”.
Pausanias Michelini y el ingeniero Hiese formaron el dúo pionero en este rubro de vender “fierros”, pero los dos comercializaban distintas marcas. Fue así que, colocados los respectivos talleres de reparación, los muchachos que allí trabajaban empezaron a desafiarse y a preparar los vehículos para imprimirle mayor velocidad.

En este contexto aparece la primera noticia de “record” en abril de 1917, cuando Raúl Gauthier anuncia que cubrió el trayecto comprendido entre Azul y Olavarría (de plaza a plaza), en 48 segundos. Según su cálculo, la distancia que cubrió en la ocasión alcanzaba los 55 kilómetros.

Sin sentarse a pensar, desde el bando de Hiese contestaron que habían cubierto el trayecto Olavarría – Laprida en una hora cinco (cosa imposible)y todo terminó en un desafío público que consistía en correr un mano a mano, con apuestas incluidas.

Estos fueron esos primeros años de “picadas” sin control, desafíos, apuestas y uno que otro revolcón en las desparejas calles de tierra de aquella Olavarría que vivía con curiosidad aquellos espectáculos.

Un puñado de apariciones de Antonio Donadío secundaron aquellos intentos, aunque estos un poco mejor organizados y en carreras que no superaban los cuatro o cinco autos en la grilla de largada. Para principios del 1930 aparece quién sería el padre del automovilismo Olavarriense: José Laureano Valerga.

“Diplomado” en audacia y de grandes cualidades humanas “el abuelo” Valerga entró a trabajar en el taller de don Torcuato Emiliozzi, padre, en 1931. Enseguida nomás comenzó a preparar un coche en la agencia Ford en sus ratos libres, ayudado por el mismo Torcuato  y  en abril de 1932 hace el debut en los 400 kilómetros de Azul, por la Copa Saint Jean.
El trayecto de la competencia abarcaba Azul, Olavarría, Crotto y de vuelta hacia Azul.
Se hizo presente lo mejor del automovilismo nacional, pero el que dio cátedra de manejo fue “el abuelo” Valerga.
Largando con el número 15, el piloto olavarriense llegó primero en el camino, luego de superar en el sprint final de 400 metros al popular piloto de Urdampilleta,  Roberto Lozano, obteniendo en ese giro, el record de vuelta. Pero esta arremetida no le alcanzó en la general y debió conformarse con la segunda ubicación  por tiempo, detrás del consagrado Eleuterio Donzino.

El entusiasmo generado en la afición local fue indescriptible. La gente esperaba ansiosa la próxima actuación del gran volante y “El abuelo” pasó de ser el ídolo indiscutido de todo un pueblo.

Entusiasmado por aquella actuación, Don Torcuato Emiliozzi compra una camioneta Ford A al municipio y la transforma en cupé de carrera con la ayuda de sus hijos y del propio Valerga.
En aquel entonces (1932), Dante tenía 16 años y Torcuato 20, pero ya poseían grandes conocimientos de mecánica y  habían preparado un viejo Overlan para darse el gusto de correr por los caminos de tierra poco transitados.

1936: Torcuato a punto de debutar como piloto, con el  ForA
en el que acompañó a José Laureano Valerga en Lincoln
Siguiendo con el Ford A, este fue puesto en pista en Lincoln el 12 de octubre de 1932, con el hecho puntual de que ese día, su copiloto fue un muchachito menor de edad que hacía su bautismo en las pistas. Se trataba de Torcuato Enrique Pascual Emiliozzi, popularmente conocido como “Tito”, quién debió contar con la autorización de su padre para sentarse en la butaca del coche número cinco.
La carrera tuvo dos series en las que corrían los mismos pilotos y al cabo de las mismas se sumaban los tiempos que dejaban definidas las posiciones.
En otra actuación para el recuerdo, la dupla Valerga – Emiliozzi se clasificó tercera, pero, además, obteniendo nuevamente el record de vuelta y para el mayor de “los gringos”, los primeros trofeos.

Aunque el artículo se nos fue un poco de sus protagonistas principales, vale la pena. No es posible hablar de los Emiliozzi sin mencionar a José Laureano Valerga. Este formidable conductor fue el verdadero gestor de que tanto Torcuato, como luego Dante, incursionaran en el automovilismo deportivo. Además tuvo el orgullo de ser el primer ídolo “tuerca” que tuvieron los aficionados locales, que para demostrarle toda su admiración, le compraron un auto de carreras mediante suscripción, al que el volante local bautizó con el nombre de “Ciudad de Olavarría”.
Valerga debió retirarse en 1937, cuando tras un vuelco se lesionó severamente, situación que lo salvó de la luctuosa carrera de Tres Arroyos en que murieron varias personas.
Hace pocos días le pregunté a un amigo que ejerce su profesión de periodista en este deporte, si el autódromo local tenía alguna tribuna, una recta, una curva o al menos una calle de entrada que llevara el nombre de este genuino propulsor del automovilismo local. Me contestó que no.

Continuando con nuestros personajes, digamos que luego de la carrera de Lincoln, Torcuato debió viajar a Buenos Aires para cumplir con el servicio militar, motivo por el cual su continuidad sobre los coches de competición debió posponerse por un tiempo.

Terminada la etapa militar, “Tito” regresa al taller de su padre, donde trabaja con Dante, Valerga y otros mecánicos de la primera hora. En un lugar apartado se conservaba el Ford A modelo 29 que corriera junto a “el Abuelo” y de tanto verlo, no pudo resistirse a la tentación de recuperarlo.

Se puso manos a la obra y la primera acción que ejecutó fue el cambio de la pesada carrocería de chapa por una de aluminio elaborada por él mismo. Un trabajo prolijo en todos los detalles, que como era su costumbre, quedó sin imperfecciones.

Cuando concluyó, buscó un lugar dónde hacerlo actuar y encontró, como fecha más cercana para dar el puntapié inicial una carrera de Fuerza Limitada a desarrollarse el 24 de mayo de 1936 en el campo de aviación de Las Flores.
El circuito funcionaba alrededor de una laguna y variaba su distancia según el llenado de la misma. En esa oportunidad la extensión fue de 1.800 metros, los cuales al cabo de 50 vueltas totalizarían 90 kilómetros.

Los corredores eran ocho y la pista no se encontraba en muy buen estado, ya que primeramente habían corrido los Ford T y quedaron muchos pozos.
A Torcuato, por sorteo, le tocó el número 1 y en esa posición se ubicó en la grilla junto al acompañante Luis Alvarez. Cuando dieron la orden de partir, el único auto de Olavarría salió en punta y de allí en más todo fue un paseo. Al cumplirse 1 hora, 08 minutos y 30 segundos, el banderazo final decretó el primer triunfo de “Tito”, precisamente en el debut como conductor.
Con una vuelta menos llegó el segundo, José Cordonier, quien corría con su esposa de acompañante

Nada alentó más que la circunstancia de debutar ganando. Así que tras una fallida descalificación antes de correr en 16 de Julio, Torcuato vuelve al circuito de Las Flores y repite el triunfo, pero esta vez con casi tres vueltas de ventaja sobre el segundo.
1937: Torcuato y el Fiat 519 con carrocería de aluminio

Y como la categoría de Fuerza Libre “le quedaba chica”, Torcuato decidió actuar en Fuerza Limitada y concederle una excepción a la historia en lo que a marcas respecta.

El automovilismo deportivo había sufrido un crecimiento muy grande y las autoridades del Club Estudiantes decidieron acompañar la circunstancia adquiriendo tierras para construir una pista.

La inversión fue grande, pero la evolución mecánica merecía el esfuerzo, que también fue acompañado por quien sería el único piloto local en aquella inauguración durante1937.
Torcuato adquirió un Fiat 519 a la familia Occhi de Sierra Chica para desmantelarlo y colocarle un lujoso carrozado de aluminio que sus amigos lustraron en base a Pull-Oil y trapos. En lo que hace a la  parte de amortiguadores y motor se le hicieron muchos adelantos. Este gran movimiento generóuna desmedida confianza entre los aficionados, que ya lo veían ganador. Lamentablemente, el Fiat no llegó a correr por una rotura en las pruebas y hubo que recurrir al Ford A como único medio para participar del evento.

El Fordcito no tenía posibilidades y el Fiat no tenía suerte, puesto que al largar en Tres Arroyos, un múltiple choque lo obligó al abandono, sin haber cumplido siquiera media vuelta.
Después de este percance, Torcuato regresó a Las Flores con su Ford A y abandonó cuando punteaba. Una manguera de nafta se soltó provocandole un principio de incendio.

Durante 1938 se realizan los segundos 500 kilómetros de Olavarría y el tan mentado Fiat llega por primera vez a la meta y se despide para siempre con un honroso séptimo lugar, aunque estuvo muy lejos de lo que se esperaba en cuanto a rendimiento. Este auto tuvo como único mérito, el de haber sido la única marca que desplazó (por un rato) a la tradicional Ford que acompaño toda la campaña de los Hermanos Emiliozzi.

Descartado el Fiat, Torcuato contrae matrimonio y abandona temporalmente los circuitos en 1939 para dedicarse a su hogar. Un año después, Dante, que ya tenía  24 años, debuta con un Ford T en Urdampilleta y gana de punta a punta, demostrando que los Emiliozzi eran mecánicos de excepción. Lamentablemente, en la revisación encontraron que en la cabeza de los pistones no estaba estampada la marca de Ford y Dante fue descalificado. Una tontería que no quitaba ni agregaba nada, pero que estaba prohibido por el reglamento.

A Dante no le importaba demasiado la estética de su auto. El Ford T consistía en un chasis acortado, sin más vestimenta que una sola butaca y la chapa que hacía las veces de capot , tapando lo alto del motor. Esta estaba atada con un cinto de cuero para el viento no la desplazara .
Detrás del asiento, forrado en cuerina atada con sogas, estaba el tanquecito de nafta a la altura de los riñones. Eso era el coche de Dante, que como cosmética usaba una pintura casi rosa (color ladrillo a decir de sus contemporáneos) y un escudo de Ferro Carril Sud sobre su lado izquierdo.La dedicación estaba centrada solamente en el motor, que si no sufría averías, era inalcanzable.
1940: Inicios de Dante y su equipo con el Ford T color ladrillo

Aquel desafortunado debut no lo amilanó al menor de los Emiliozzi, quién sobre el final de 1940 hace su segunda presentación y consigue la primera victoria, precisamente en Olavarría. El escenario fue la pista del viejo matadero municipal, que (para orientar) se encontraba entre la avenida Pellegrini, avenida Del Valle, avenida La Rioja y el Tiro Federal.

Aquella carrera la organizo Ferro Carril Sud y miembro de esa comisión era Torcuato, que para ese entonces se desempeñaba como socio y dirigente de la institución. El número de inscriptos fue elevado, posesionándose en la partida 20 autos para las dos series, repechaje y final.
Dante ganó la serie y parecía que saldría segundo en la final, pero al puntero, “Vituco” González, se le salió una rueda en la última vuelta y el representante del club organizador se quedó con la victoria.

Así empezaba Dante el trayecto exitoso en los Ford T standard que lo llevaría a obtener nueve victorias en trece carreras de una primera etapa que abarcó desde 1940 hasta 1942, cuando la segunda guerra mundial obligó a la suspensión de las carreras automovilísticas en todo el país.

Pero dentro de todos estos acontecimientos, Torcuato había retornado a las pistas durante 1941 e una carrera disputada en Olavarría. Esta vez su auto era un Ford T armado con prolijidad extrema que era motivo de admiración. En las consultas que realicé a compañeros que corrieron con ellos, todos coincidieron que fue el auto más estético de la categoría. Estaba pintado de color azul oscuro, con llantas blancas. La carrocería se embutia dentro del chasis mientras que el caño de escape acompañaba el largo los laterales para terminar sujeto sobre una cola rematada en forma de torpedo. Era más parecido al coche fórmula uno de Fangio que a un Ford T

Antes de la guerra hizo cuatro carreras y llegó en tres, con una victoria y dos segundos puestos. Llevaba como dato saliente, un escudo del club Calera Avellaneda en el costado izquierdo.

A mediados de 1942 los motores se apagaron y aquellas “katangas”  durmieron  durante cinco años en el taller de los Emiliozzi. Ese período de tiempo sin actividad elevó la ansiedad de los fanáticos, quienes no veían la hora de que las máquinas volvieran a rugir.
1941 - Torcuato en persecusión del puntero

Era el tiempo del automovilismo rural (para definirlo de alguna manera), debido a que las pistas se improvisaban en campos o chacras acondicionadas para la ocasión.

Una Champion tirada por caballos, varios colaboradores con palas, picos y rastrillos y a correr en una pista que, de seguridad no tenía nada. Pero eran otros tiempos y en aquel entonces todo se resolvía de forma más práctica y sin tanto protocolo. Por otra parte, los pilotos no ponían ningún reparo a las falencias y el público disfrutaba de un buen espectáculo.

Y “los gringos” regresaron en Henderson, en un campo de las afueras de la ciudad y con una cantidad enorme de pilotos y público que garantizó el éxito de la misma.
Nada cambió. La mecánica de los Emiliozzi estaba intacta y los hermanos metieron el uno- dos, con Dante primero y Torcuato pisándole los talones.
 Todo era festejo, pero había indicios de que las cosas ya no serían tan fáciles como antes, porque dentro de la nueva camada de corredores aparecieron los hermanos Vezzosi, Antolín Antoniano y por sobre todos ellos, Ovidio Ferreiro, quien a bordo de su “blanquita” se haría leyenda en los años venideros.

La segunda del regreso se escenificó en Bolívar durante 1948 y allí fue notorio que el pelotón de punta era más voluminoso que antes y ya no se resumía todo a los dos volantes olavarrienses.
Dante ganó su serie y Torcuato el repechaje, pero en la final, quién tomó la punta fue el debutante de Daireaux Ovidio Ferreiro, más conocido en su ciudad adoptiva como “Cacho” Moreno. Los Emiliozzi lo seguían de cerca, aunque la presunción era de que no podrían darle alcance a “la blanquita”. Pero, de repente ocurrió lo inesperado. Al puntero se le rompe un tensor, el coche se cae de costado y Dante que pasa a la vanguardia y no la suelta hasta el final.

Sería la última victoria del menor de los Emiliozzi en su tránsito por los Ford T standard.
Después de esta llegarían las últimas tres actuaciones, para luego pasar a la brillante etapa del Turismo de Carretera. En dos de ellas son derrotados por la blanquita, la última de forma concluyente, sacándoles una vuelta de ventaja. Y aunque Dante consiguió dos segundos puestos, la situación se empezaba a complicar porque el costo de traslado y de preparación de los vehículos se había equiparado con los premios y al ser esquiva la punta, correr ya no redituaba tanto como antes.

Así que los gringos hicieron su última escena en Espigas, donde a falta de Ovidio Ferreiro, volvieron a lograr el uno - dos, con Torcuato ganador y Dante segundo.

Los Autos tenían un valor bien ganado y de inmediato fueron vendieron a dos representantes de Casbas, quienes no pudieron hacerlos rendir nunca como sus antiguos dueños.

Esta fue la trayectoria (resumida) de los Emiliozzi en categorías menores.
En el libro “Sin Galera”, que aparecerá la semana próxima se podrá encontrar una reseña más amplia de cada una de las carreras, con fechas, entrevistas a pilotos que corrieron con ellos, los comienzos del automovilismo en Olavarría y el resumen final (record) de cada carrera disputada con fecha, número, posición y auto.

Tapa del libro Sin Galera
También una extensa nota con Ovidio Ferreiro, el dueño de “La Blanquita”, el Ford T más veloz que transitó por una pista. Con don Ovidio me quedó una deuda pendiente. Le recopilé toda su campaña para obsequiársela, pero lamentablemente, en el 2010 falleció de forma repentina y la sorpresa quedó trunca.

Pero estas son cosas que ocurren y por más que duela, hubo que seguir trabajando sobre el libro. Esta compilación llevó ocho años de consultas en hemerotecas provinciales y largas horas de grabación, escrituras y rastreo de fotos, pero finalmente, queda la satisfacción de haber podido recuperar esos datos dispersos y prácticamente perdidos que permitieron hacer un trabajo inédito a nivel mundial, con la trayectoria (documentada) de nuestros mayores ídolos en categorías menores.

Aquel estilo rural de competencias, fue sin dudas el cimiento para transformarlos en los formidables “magos de Olavarría” dentro del Turismo de Carretera.